Con una hoja cada uno, primero observamos sin movernos como caía, soltándola a nuestra altura. ¡ Se nos escapaba de nosotros! No caía a nuestros pies, jejeje. Le dimos con el pie a ver si avanzaba mejor y la movíamos más. Agachados en el suelo, cogíamos mucho aire y lo expulsamos pero poco movíamos la hoja.
También intentamos soplar la hoja y ver cuanto se movía. Algo más sí que avanzaba mezclándose unas con otras, que casi no sabíamos cual era cada uno la suya.
La hoja en la cabeza si andábamos bien, pero si corríamos algo ya se nos caía jeje. La llevamos en la mano de un lado a otro; las pusimos en el suelo e íbamos saltando con pies juntos y después con un pie. Colocamos la hoja entre las piernas y fuimos saltando de un lado a otro sin que nos cayera. Y por último, lo que más nos gustó, fue estrujarlas, escuchar como crujían y lanzarlas al aire creando una lluvia de hojas de otoño, jijiji ¡qué divertido!
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